vamos a pintar el muro

La ciudad aparece en la actualidad como un ente fuera del control de las personas, disparada por su propia dinámica en una carrera hacia la pérdida de su identidad. Esa identidad está formada por señas que junto con el patrimonio histórico y el patrimonio sentimental (que puede ser un viejo almacén, una antigua fábrica, el diversificado arte urbano) van creando el sentimiento de pertenencia del lugareño. Destruir esos referentes es como rasgar el retrato de nuestra familia. Las ciudades “limpias”, sin marcas ni heridas, sin expresión artística individual ni sello característico se pierden a sí mismas dentro de las torres de edificios, un mobiliario urbano cada vez más estandarizado, un comercio internacional y el eterno color del cemento. Dentro de este panorama, nos proponemos dar visibilidad a un espacio que consideramos invisible de la ciudad de Pamplona. Dentro del barrio de San Juan, existe un lugar oculto que nos proponemos habitar, colocar en el mapa, aprovecha

Queremos transformar el muro situado en la trasera de la calle Monasterio de Fitero del barrio de San Juan/Donibane, en Pamplona/Iruñea. La idea es romperlo simbólicamente con acciones artísticas que incluyen pinturas y palabras. Este muro nos ha inspirado una reflexión sobre los innumerables que existen en el planeta y los que se siguen construyendo. El muro nos sirve pues, como metáfora de la división, de lo fragmentario, de la ruptura entre lo que soy yo y lo que es el otro. Ese sería el muro exterior, pero también podríamos hablar de los muros interiores. Los muros que nos proyectamos y que nos limitan en nuestros pensamientos, formas de comportarnos, aprendizajes. Sólo hay muros en el territorio porque los hay en nuestro interior. Son una construcción del individuo en sociedad. Somos nosotros los que los creamos, luego surgen de algún lugar de nuestra mente. Son un reflejo de nuestra manera de resolver las dificultades, los cambios, las oportunidades, los encuentros sorpresa.

La creatividad modifica los estados de ánimo además de ennoblecer la parte más humana que poseemos. La que aprecia la belleza y la fealdad, la que es provocada por el gozo que ello le supone, la que se empapa con el color y la palabra.